viernes, 10 de abril de 2015

Un país encajonado



Los pronósticos meteorológicos eran muy pesimistas: lluvia y borrascas de nieve durante los días de nuestra corta estancia en Andorra. A la hora de nuestra salida de Tudela, bien pertrechados de ropa de abrigo, el tiempo no presagiaba otra cosa que la confirmación de estos pronósticos.  Cuando llegamos a La Seu d'Urgell, unas finas gotas de agua nos hicieron sacar los paraguas mientras dábamos un paseo por las porticadas carreres Major y des Canonges hasta llegar a la plaza de la catedral de Santa María. Una catedral románica del siglo XII, la única de este estilo en Cataluña, a cuyo interior nos fue imposible acceder por encontarse cerrada. Una verdadera pena que mitigamos con unas cervezas en un bar próximo. Con los paraguas en intermitencia: ahora lo abro, ahora lo cierro, volvimos hacia el autobús, que teníamos en el parque Olimpic del Segre. De paso, todavía me dio tiempo de echar un vistazo a la antigua iglesia de San Agustín, actual biblioteca.

Catedral de Santa María de La Seu d'Urgell
El valle del Valira se iba haciendo más y más angosto conforme nos íbamos acercando a la aduana. La cruzamos sin contratiempos y, sin solución de continuidad, fuimos atravesando los diversos pueblos de Santa Julià de Lòira, Aixoval, Santa Coloma, Andorra la Vella y, por fin, llegamos Escaldes, donde teníamos nuestro alojamiento, en pleno centro del país y a escasos metros del establecimiento Termolúdico Caldea. Antes de cenar dimos un paseo por la larga calle comercial formada por la Avenida Carlemany de Escaldes y la Avenida Meritxell de Andorra con las fauces de los locales comerciales abiertas con la esperanza de fagocitar la escasa clientela. Después de la cena algunos salimos a tomar una copa, volviendo no tardando mucho para descansar.

Les Escaldes-Engordany

El día siguiente salió esplendoroso y lo aprovechamos bien. En primer lugar nos dirigimos al bonito pueblo de Canillo, donde tuvimos nuestro primer contacto con la nieve.

Canillo
A continuación retrocedimos para visitar el Santuario de Meritxell, cuya Virgen es la patrona de Andorra. Este santuario del último tercio del siglo XX, edificado sobre las cenizas del destruido por un incendio, pretende mimetizarse en el paisaje. El arquitecto encargado de su construcción fue Ricardo Bofil. La imagen de Nuestra Señora de Meritxell también es una réplica de la talla románica destruida en el mismo incendio de 1972. 

Interior del santuario de Meritxell
Abandonamos el santuario en dirección a Escaldes y antes de entrar tomamos una zigzagueante carretera que en ascenso rápido nos colocó a una considerable altura desde la que podíamos contemplar a través de las ventanillas del autocar el precioso valle del Valira. Dejando a nuestra derecha la restaurada iglesia románica de San Miguel llegamos al punto en el que abandonamos el autobús y nos encaminamos a pie descendiendo hacia la hoya en que se encuentra el lago Engolasters.

Lago Engolasters
En realidad se trata de un bello embalse con entrada del agua por uno de sus lados y un muro de contención en el lado contrario. Su superficie se encontraba helada en su mayor parte. Dimos un largo paseo por una pista de nieve y hielo en la que los rayos del sol, filtrándose a través de los pinos arrancaba plateados destellos de la placa helada y, sobre la tersa lámina líquida, se reflejaban el verdor de los árboles y montes circundantes y el límpido azul del cielo.  La temperatura era muy agradable a pesar de encontrarnos rodeados de nieve. El tiempo pasó rápido y nuestra estancia en aquel idílico lugar se nos hizo muy breve y la hora de volver se nos echó encima sin apenas darnos cuenta.

El lago Engolasters parcialmente helado
Por la tarde, después de una interesante visita guiada a la Casa de la Vall, tuvimos tiempo libre suficiente para dedicarnos al aldragueo por los numerosos comercios existentes en la larga avenida Meritxell.

Paseo por Andorra la Vella
Al siguiente día, que también salió espléndido, salimos de territorio andorrano para conocer dos localidades españolas. Una de ellas, Llivia, se encuentra rodeada de territorio francés y tiene una peculiar historia bien merecedora de una entrada que quizás aborde en otra ocasión. En la actualidad es un pueblo eminentemente turístico, en el se encuentra una farmacia de origen medieval convertida en museo y en lo más alto la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, que tras varias vicisitudes pudimos visitar.

Nuestra Señora de los Ángeles de Llivia
A dos kilómetros de allí, ya en suelo español, se encuentra Puigcerdá, la otra población objeto de nuestra excursión de ese día. Allí pudimos contemplar espléndidas villas de la burguesía catalana de principios del siglo pasado, el bonito lago artificial, seña de identidad de la ciudad junto a la torre del campanario de la iglesia de Santa María, derruida en 1936 por los "voluntariosos" de la CNT, lo que pone de manifiesto que el afán por destruir obras de arte religiosas no es sólo obra de talibanes islámicos. Deambulando por sus calles pudimos observar algunos edificios modernistas, el convento de Santo Domingo y un despejado mirador, a cuyos pies se encontraba la estación de ferrocarril,  con una excelente panorámica sobre un magnífico valle cercado por montañas con un manto níveo. Aun nos dio tiempo de tomar una cerveza en un bar próximo a la plaza donde se ubica la torre del campanario antes de emprender el viaje de regreso al hotel.

Lago de Puigcerda
Por la tarde, después de comer, una salida fuera de programa. Atravesamos el túnel de Dos Valiras de más de dos kilómetros, inaugurado en 2012, que une Les Escaldes con La Massana, dejamos atrás esta población donde se encuentra la famosa estación de esquí y, a pocos kilómetros, llegamos al pueblo de Ordino. Una población bellísima, a mi juicio la más bonita que habíamos visto hasta entonces en el Principado, rodeada de montañas nevadas, con el caserío de piedra y tejados de pizarra negra totalmente mimetizado en el paisaje, la iglesia con su torre cuadrangular, callejuelas estrechas, pasadizos, un torrente que la atraviesa... Un lugar con un encanto especial que, además, se considera el centro cultural de Andorra. Como la temperatura era excelente desechamos meternos en ningún museo y decidimos patear el pueblo y sentados en una terraza con unas vistas increíbles disfrutar de unas cervezas andorranas Alpha a las que acompañaron unas aceitunas bien aderezadas. Después nos comentaron unos compañeros que el museo de miniaturas era excelente. Fue una tarde de descanso en un pueblo tranquilo y pintoresco volcado en el turismo del esquí.

Ordino
El día siguiente, el de nuestro retorno, salió magnífico, muy soleado y con una temperatura ideal. Dedicamos la mañana a un paseo por las calles de Escaldes, nos acercamos al centro termal, adquirimos algún regalo para llevar en un centro comercial que nos recomendaron y practicamos el deporte favorito de levantamiento de vidrio, sentados con tranquilad en una de las numerosas terrazas que pululan en la larga avenida Carlemany.

Centro termolúdico Caldea en Les Escaldes
Después de la comida, abandonamos el pequeño país sin ningún contratiempo en la aduana. Conforme nos adentrábamos en territorio español el cielo se fue tornando gris haciendo patente que, mientras nosotros disfrutamos de unos días primaverales, el resto de España padecía unas persistentes lluvias.

También pisamos la nieve
Cuando ya en casa abrí mi correo electrónico me encontré los deberes impuestos por nuestro profesor de escritura creativa: componer solamente una décima espinela ya que la próxima clase nos visitaría el galardonado escritor de cuentos Manuel Arriazu. Influido todavía por el reciente viaje, contesté al correo enviando la que transcribo a continuación:


Impresiones

Un país encajonado
entre montañas enormes
con edificios informes
por la nieve coronado
y un cielo azul despejado.
Estando allí percibí
y muy pronto comprendí
que el comercio no es lo que era
ni  siquiera en primavera
en la Andorra que yo vi.



7 comentarios:

  1. Muy buen relato de nuestra visita Andorra, siento que no vieras las magnificas figuras hecas en el ojo de una ahuja, en el museo de las miniaturas, la verdad que el viaje fue corto pero bien aprovechado, y merecio la pena.Fefa

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    1. Hacía tan buena tarde... y nos apetecía tranquilidad y la cervecica. En todo no se puede estar.

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  2. ¿Viaje a Andorra?, ya decia yo que tanto viaje algo tenia, al final sale que sois unos abuelos llevando euros al paraiso fiscal, vaya, vaya.

    Saludos

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    1. Te equivocas, Emilio, fuimos a coger los ahorrillos que teníamos en la Banca Privada d'Andorra y pasarlos al Crèdit Andorrà y al BIBM, por siaca. Ahora ya somos honrados ciudadanos. Un saludo

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  3. Hace 43 años que estuve, seguro que no la reconozco. Besicos.

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    1. En esa época la mayoría de la gente española iba a comprar, hoy día no merece mucho la pena desplazarse por esa causa. El tabaco está más barato pero ya somos mayoría los que no fumamos. Besos

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  4. Elrelato de Andorra estupendo.Eres completo poesia ganador de concursos etc.

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Tu comentario es bien recibido aunque sea anónimo. Muchas gracias por tu atención.

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